¿ Cómo podemos estructurar nuestra forma de pensar para estar dispuestos a asumir más o menos riesgo ?
Es común, cuando queremos realizar inversiones, intentar capitalizar la renta de un activo ocioso, defender los ahorros de la pérdida de valor que genera el paso del tiempo o captar oportunidades que generan crecimiento.
Ahora, antes de realizar una inversión, es bueno estructurar lo que vamos a hacer, evitando realizar la inversión por impulso, es decir, sin el pleno consentimiento de lo que estamos asumiendo.
Es por ello, que si queremos tranzar en el mercado o evaluar cómo se comportaría un proyecto que queremos hacer, es bueno estructurar bajo un método la secuencia de paso a considerar:
- Definición del Contexto: Plantearse un escenario de contexto macro para el corto, mediano y largo plazo, lo que permitirá establecer el comportamiento de las variables controlables y no controlables del negocio, pudiendo así orientar la decisión de inversión a realizar.
- Selección del Activo: Dentro de cada categoría de instrumentos financieros, vamos a elegir un activo específico para adquirir, mantener o desinvertir. De esta manera vamos a estar así definiendo nuestro perfil de inversor.
- Evaluación de Performance: El juicio que hagamos sobre la razonabilidad de los retornos obtenidos en el pasado del activo seleccionado nos dará una pauta del potencial del activo a futuro.
- Alocación de Activos: Alocar los recursos o dinero en instrumentos financieros. Usando la categorización más general de acciones, bonos y cash, nos inclinaremos por uno o por otro en distintas proporciones de acuerdo con nuestra capacidad de asumir pérdidas.
A partir de lo anterior y en continuo, será relevante realizar el seguimiento de estas operaciones de manera de anticiparnos a la variación de la performance del activo de lo que nos habíamos planteado.
Es así, que el resultado en la última línea será único para cada persona, y su apetito por el riesgo indicará el tipo de inversión que mejor se adecúe a sus preferencias.
Esta propuesta de cómo encarar decisiones de inversión también aplica para quienes están llevando adelante un negocio, y, desde esta perspectiva, sea se trate de una empresa emergente o un negocio en marcha, es importante decidir el tipo de proyecto en que voy a participar.
La forma de encarar estos proyectos está íntimamente relacionada con el grado de aversión al riesgo que se tenga, sea para la decisión de inversión, o el fondeo, es decir, el activo que pensamos desarrollar, y su forma de financiamiento o capitalización.
Por otro lado, y menos explorado, son los riesgos de portafolio, y en este caso no estamos pensando en activos financieros, sino en los activos fijos o bienes de capital en los que tenemos puesto los esfuerzos aún a veces sin mucha racionalidad.
Desde esta perspectiva es importante que, una vez consolidada la información individual de cada activo, se proceda a medir la exposición de la cartera de negocios, es decir, medir su variación desde el valor esperado vs el valor más negativo (V@Risk-Valor a Riesgo) y el valor más favorable.
Esto significa exponer la cartera de activos a distintos supuestos, los que nos permitirá entender las dispersiones que podemos tener respecto del valor esperado o más probable que hayamos definido como base o punto de partida.
Una vez realizado esto, y sobre el cual deberíamos profundizar sobre sus aspectos cualitativos, es decir, medida del esfuerzo y capacidades que nos lleva mantener este portafolio y no otro, nos dará una pauta o capacidad de decidir con que estamos dispuestos a continuar operando y a que no deberíamos dedicar recursos.
Las decisiones de portafolio son las que nos llevarán a entender con qué activos nos tenemos que quedar o crecer, evaluar su continuidad o desinvertir, y, de esta manera llegar a lograr la diversificación óptima que se adecúa a nuestras preferencias.
Toda decisión de inversión la podemos mirar desde la óptica del riesgo, y así, entendiendo nuestra capacidad de asumir pérdidas, nos invite o no a seguir el propósito que nos hayamos planteado.