Seguramente en muchos momentos en la vida de la empresa hemos podido disfrutar de los logros alcanzados, los que nos han permitido hacer retiros que asignamos a aquello que no pensábamos que se daría.

Pero, también habrá habido otras ocasiones en las que quizás nuestra meta era hacer crecer el negocio y no se nos ha dado porque no pudimos, no quisimos o no fuimos capaces de preparar la gestión del negocio para lograrlo.

Y es así, que, prepararnos para crecer puede ser una meta, pero, principalmente, es una decisión. Esta decisión nos lleva a que debemos organizarnos para poder avanzar cuando esto es lo que nos proponemos.

Organizarnos implica tener la firme convicción que los recursos que disponemos y los sacrificios que haremos, se destinarán a aquellas acciones que, evaluadas, individual y en conjunto, permitirán dar los pasos necesarios para que, en cada etapa que consideremos, logremos avanzar hacia lo aspirado.

Estos sacrificios, y pensando en contexto de incertidumbre como el que vivimos, nos demandarán definir cuales son los límites a los que estamos dispuestos a asumir, ese riesgo que todo empresario asume al momento de establecer una ruta o un plan para llegar a que los ingresos crezcan.

Pero no se trata solo de que los ingresos crezcan, sino que las acciones, para que esto ocurra, se enmarquen en un conjunto, es decir, tanto sea atender las necesidades de la empresa como lo que retira o retiraba también sea coherente con lo decidido.

Para ello, es necesario mirar los recursos, siempre escasos, aplicados a la operación, de manera de entender cómo se asignan o asignarán.

Esa asignación debe ser evaluada y consensuada con los socios de la empresa. 

Distintas miradas hay sobre como hacer que estas acciones se materialicen, pero una acción, sostenida, y modificable en el tiempo, permitirá, evaluando los resultados y adaptándolos a lo que nos propusimos, lograr lo esperado.

Además, será necesario contar con una mirada hacia las personas y los equipos que conformamos, lo que nos lleva a la necesidad de realizar una adecuada definición de perfiles asociados a roles y responsabilidades de las tareas que se deben llevar adelante, en forma individual y coordinada con los actores que definamos ocuparán posiciones de influencia.

Es posible que en esta definición haya que reasignar o desplazar a personas que hayan realizado durante mucho tiempo una tarea específica, y cueste tener que asumir el costo emocional de realizar esos cambios necesarios para que la organización se predisponga a trabajar hacia lo propuesto.

Trabajar con las personas que lideren la organización es otro paso fundamental en este plan trazado, es la base de la pirámide que pretendemos construir, para tomar las acciones definidas. 

En este sentido, es probable que nos encontremos con lideres que tendrán esa visión transformadora y carismática, que logarán imponer su impronta para hacer que las cosas pasen y que serán eficaces y con una comunicación fluida con las personas, pero, seguramente, habrá otros, que buscarán exclusivamente su rédito, lo que será esto una alarma a considerar ya que son y serán los menos productivos en estos procesos.

Por otro lado, trazar un sistema de incentivos, que haga que las personas se comprometan, también será necesario. 

Pero este sistema también deberá estar alineado a la estrategia planteada, de manera de premiar el esfuerzo a aquellas personas que entreguen un adicional propio para atraer más clientes, desarrollar mayor profundidad en entrega de productos y servicios o simplemente lograr mejores condiciones de contratación que las que se disponen.

Al fin de cuentas contar con un propósito será estrictamente lo más necesario para infundir en las personas lo que pretendemos, los esfuerzos que se necesitan, los cambios a implementar y la perseverancia para avanzar.

Pequeños pasos nos darán ese horizonte al que queremos llegar, pequeñas acciones son las que tenemos que dar sostenidamente para cambiar hacia ese rumbo trazado.

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