En este momento de alta incertidumbre y volatilidad, donde nos paramos como espectadores de una realidad que pareciera vuelve a repetirse, es recomendable volver a las bases.
La sugerencia es revisar donde estamos parados en nuestro negocio, entendiendo por esto, de mínima, conocer el punto de equilibrio tanto económico como financiero.
Es decir, es vital saber como debemos enfrentar los costos y gastos que debemos cubrir, y, a su vez, tener esa mirada sobre la caja que nos indicará, en forma directa o indirecta, como debemos soportar los egresos que la compañía demanda.
Esto nos llevará a mirar cómo vamos a capitalizar o dirigir los recursos con los que contamos.
En este contexto, la demanda cae, los faltantes de mercaderías se agudizan, y, además, la primera línea del flujo de fondos desmejora producto del resentimiento de la cadena de pagos.
Esta secuencia nos llevará a que, con una mirada de corto plazo, la liquidez de la compañía será la que defina los pasos a seguir en el trazado del plan de acción.
El stock de pendientes de cobro, y una mirada exhaustiva de donde están los retrasos y los potenciales riesgo de aquellos clientes que sistemática o coyunturalmente no cumplen, nos indicará donde debemos poner foco, y a quien hacer las concesiones necesarias para resguardar los ingresos de la compañía.
Por otro lado, debemos poner una primera mirada sobre los stocks de mercaderías, ya que son los recursos con los que contamos, tanto como cobertura de variaciones de valor, como a faltantes en la entrega o en la producción.
A partir de esto, y definiendo que debemos reponer y con que disponibilidades contamos, podemos trazar la oferta de producto disponible para encarar los proyectos en los que nos podremos apalancar.
Sin duda habrá otros tantos factores para evaluar, pero, es la caja la fuente de valor, y para ello, debemos revisar como resguardarla, eficientizarla o mejorarla.
Y es así como, con una mirada en los stocks y en los flujos, debemos tomar medidas que se alineen con la operación misma del negocio, procurando preservar la rentabilidad, posicionándonos en activos que protejan su valor, y colocando excedentes en activos que la resguarden frente a impactos adversos.
La rentabilidad de la compañía la podemos preservar ofreciendo descuentos que nos permitan anticipar cobros, o, anticipar pagos de aquellos pasivos que tengamos en moneda dura, o comprar mercaderías, o invertir en proyectos alineados con la estrategia del negocio, entre otros.
Posicionarnos en activos que protejan su valor indica tomar las coberturas necesarias en el mercado para cubrir los activos expuestos a fluctuaciones de la moneda.
Claro que esto implica asumir la propia volatilidad o riesgo del activo adquirido, lo que se traduce en términos concretos, que este puede generar pérdidas o ganancias según el posicionamiento de precio al que se cerró el contrato.
El trabajo de preparación de escenarios de actuación nos permitirá entender cuan profundos pueden ser esos impactos en los resultados del negocio.
Por último, y con una mirada sobre el flujo de operación y no sobre los stocks, colocar en activos que resguarden su valor, refiere a que tenemos que tener esa mirada del negocio en dinámica, es decir, distinguir de aquellos activos que correlacionen con las variables macro que ajusten su volatilidad a la esperada de la empresa.
De esta manera lograremos que haya una convergencia entre las fluctuaciones de las variables determinantes de los flujos y las de la macro, evitando así pérdidas de valor o generando ingresos que hagan al sostenimiento del negocio.
Volver a las bases indica resguardar la liquidez y la rentabilidad del negocio, esto implica contar con una mirada hacia los determinantes del negocio, tales que cubran las necesidades básicas en el corto plazo.
La compañía y todos sus miembros deberán estar comprometidos y alineados con lo básico, de manera que, una vez sorteada esta etapa, habrá tiempo para desarrollar otras ideas.